viernes, 23 de septiembre de 2011

"La Agencia de Evaluación se usa para esconder el fracaso"


EL ESTADO DE LA EDUCACIÓN / La entrevista. El Mundo
TERESA LÓPEZ PAVÓN /  Sevilla, jueves 14 de Abril de 2011.

JOSÉ LUIS LUCEÑO. Exinspector de Educación

Ha ejercido 30 años en los servicios de Inspección y asegura que el Plan de Calidad que la Junta puso en marcha contra el fracaso escolar «ha roto el principio de equidad en la educación», y que ni siquiera se han evaluado sus resultados.


«El gobierno andaluz ha multiplicado por tres el número de inspectores educativos en la último década a base de inflar la nómina con profesores en comisión de servicio, afines al partido, que han ingresado en el cuerpo por cooptación. Y después de triplicar su número, los ha enterrado en papeles y burocracia inútil a la vez que vaciaba de contenido sus funciones, delegando cuestiones tan importantes como la evaluación en una administración paralela».

José Luis Luceño es maestro, doctor en Psicología, profesor de Pedagogía Terapéutica y autor de una extensa bibliografía sobre didáctica de la Lengua, de las Matemáticas y de Educación Especial. Y ha ejercido 30 años como inspector. Hoy está jubilado y su larga experiencia como observador del sistema educativo le permite hacer un diagnóstico de la situación muy apegado a la realidad de los centros.

Luceño está convencido de que la educación ha sido el sector «más maltratado por los sucesivos gobiernos socialistas por mucho que con frecuencia la utilicen como bandera ideológica». Y pone como ejemplo la progresiva desprofesionalización de los servicios de inspección educativa, «los únicos que podían garantizar una vertebración de los centros educativos».

«La actual Agencia de Evaluación es un órgano político para controlar los resultados de las evaluaciones que se realizan», afirma el exinspector. Sus miembros «son fundamentalmente profesionales detraídos de la plantilla del cuerpo de inspectores pero con nombramientos discrecionales, de libre designación, para poder controlarlos políticamente». «En paralelo, la inspección educativa ha sido sobrecargada con un enorme trabajo burocrático y de trámite sin ninguna incidencia en la calidad de los centros educativos y prácticamente sujeta a los dictados que, en tareas auxiliares/burocráticas,le comanda la citada Agencia de Evaluación. A más papeles... más inspectores. Es imposible que nadie se lea esos papeles. Todos esos datos no tienen luego ninguna traslación a las políticas educativas».

PREGUNTA.—¿Qué relación hay entre ese desmantelamiento de la inspección educativa y los elevados
niveles de fracaso escolar?

RESPUESTA.—Mire, pese a esa tendencia a inflar los servicios de inspección, no conozco ni un solo especialista, ni un solo experto que se dedique en la Administración a buscar soluciones; a analizar los resultados que un informe tras otro arroja el estudio PISA. No hay ningún departamento científico que trabaje en esa línea. Los servicios de inspección están sólo en los centros «como fuerza disuasoria»,
«por si pasa algo».

P.— Desde la administración se desprecian los resultados del PISA [un informe de la OCDE que analiza de forma comparativa la formación de los alumnos de los países participantes], porque, dicen, no tiene en cuenta las singularidades sociales, históricas y culturales de cada país.

R.—Si no se quieren considerar los datos comparados con el resto de países, al menos sí deberían admitir el valor de la herrramienta para conocer la evolución de la educación en España. Pero da la casualidad que en los últimos 20 años no nos hemos movido de los puestos de cola, y sí lo han hecho otros países que también tenían sus propios lastres sociales o históricos. Y eso no interesa que se sepa.

P.—La administración andaluza tiene sus propios sistemas de evaluación a través de las denominadas ‘pruebas de diagnóstico’, que se realizan a alumnos de Primaria y Secundaria. ¿Son útiles?

R.— Lo serían si la Agencia de Evaluación no se dedicara a esconder los resultados. Aun así, en los últimos
años se ha detectado que, si bien los problemas dan la cara en la Secundaria, la raíz está en Primaria. Y es en esa primera etapa de la educación donde el profesor se siente más solo, donde el desconcierto y la falta de orientación didáctica es mayor. Hemos creado un sistema asistencial, que pone el acento en los comedores, en las actividades extraescolares, en las aulas matinales para tener contenta a la clientela. Pero descuida lo elemental, que son las políticas educativas.

P.—La ampliación de la enseñanza obligatoria hasta los 16 años ha provocado muchos de los problemas de convivencia que padecen los institutos. ¿Esta ahí el origen también de las cifras del fracaso escolar?

R.—A eso se le iba a poner solución con la atención a la diversidad dentro del aula, de la que se ha hablado mucho pero sobre la que no se ha hecho nada. No se han facilitado medios para prestar esa atención, ni didácticos ni organizativos ni funcionales. Sería indispensable rebajar el número de alumnos por aula y ofrecer una educación diferenciada. o se han facilitado los medios didácticos, organizativos ni funcionales.

P.—¿Qué ha aportado el controvertido Plan de Calidad?

R.— El Plan de Calidad ha roto definitivamente el principio de equidad educativa, introduciendo la arbitrariedad en la aplicación de las políticas de personal o en la distribución de los medios. Hay una pregunta muy sencilla que la Consejería de Educación no ha sabido o no ha querido responder. Si ese Plan de Calidad era bueno y servía para frenar el fracaso, ¿por qué no se ha generalizado? ¿Por qué se ha dejado su aplicación al arbitrio de los centros?

P.—Buena parte de los profesores rechazaron el plan porque se interpretó que se ofrecían pluses salariales a cambio de aumentar el número de aprobados.

R.—Ni siquiera ha existido, posteriormente a la aplicación del plan, un control riguroso de los objetivos fijados, lo cual lo hace todavía más incoherente.

P.–¿Qué medida considera más urgente para frenar el fracaso?

R.–Es imprescindible recuperar la motivación del profesorado, actualizar a fondo sus competencias. Hay que aumentar el gasto medio por alumno y hay que complementar las innovaciones tecnológicas con innovación didáctica. De nada sirve tener un portátil si no cambiamos la didáctica en las clases. Hay que generalizar la enseñanza bilingüe (lo que existe hoy es una política de escaparate que llega a un número muy reducido de alumnos). Hay que reducir el número de alumnos por aula y hay que revisar la formación práctica que se imparte en las escuelas de Magisterio.


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