martes, 27 de marzo de 2012

La danza de los obispos





En estos tiempos de crisis los obispos no han salido de sus diócesis para difundir un mensaje evangélico de solidaridad

EL PAIS. 2/MARZO/2012

Una pequeña anécdota me salvó de ser católica

Cuando contaba apenas nueve años asistí a una ceremonia religiosa previa a unos ejercicios espirituales. En la oscuridad de la iglesia, un sacerdote elevaba sus brazos de forma fantasmal y nos pintaba con toda crudeza la descomposición del cuerpo una vez fallecido; cómo los gusanos y las crisálidas surgían de la carne; el hedor que esparcía el cuerpo en su lenta descomposición.

Alzó la voz y dijo: “Aún estáis a tiempo. Arrepentíos, sacrificad vuestro cuerpo para ganar la vida eterna”. Salí aterrorizada de la iglesia. La palabra “arrepentíos” sonaba en mis oídos como un siniestro tambor.

Eran las vísperas de Semana Santa no discurrí ningún medio mejor de mortificarme que introducir garbanzos crudos en el interior de mis zapatos blancos, redondeados, con una trabilla unida por un botón de perla. El Domingo de Ramos salí con mis padres y mis hermanos con mis pies mortificados por los duros garbanzos. Apenas podía caminar, aunque intentaba disimularlo con una forzada sonrisa. El cura nos había advertido que el sacrificio para ser válido tenía que ser secreto, visible solo ante los ojos divinos. Pero los ojos de mi madre fueron directos a los zapatos, me descalzó y se quedó asombrada ante el puñado de garbanzos crudos que contenían. “No seas tonta —me dijo— todo eso que cuentan no son más que patrañas para asustarnos”.
Me sentí tan segura y aliviada que, tras consolarme con un helado de chocolate, puse fin para siempre a cualquier aventura religiosa. Esta experiencia mística tan temprana me puso a salvo de la liturgia y de las lecciones de culpa; también del dolor de la ruptura con la tradición y del sabor amargo, levemente anticlerical, que tienen los que prolongaron su permanencia en la Iglesia hasta bien entrada la adolescencia.
Acabo de ver una foto que recuerda los tiempos pasados.
Trece obispos andaluces —por supuesto varones—, de riguroso luto, con la cruz colgada al cuello y similares gafas, posan ante la cámara con la expresión de quienes tienen el poder y la gloria de su parte. Algunos entrelazan sus manos con ese gesto tan característico del sacerdocio.
En estos tiempos de crisis no han salido de sus diócesis para difundir un mensaje evangélico de solidaridad y de apoyo a los más necesitados.
 Ni una sola palabra han dedicado a
- los parados,
- a los que están siendo azotados por las desigualdades económicas,
- a denunciar las injusticias,
- ni la acumulación de riqueza,
- ni a la codicia de los más poderosos.

Han salido, unidos y sonrientes, para pedir que se vote a la derecha andaluza, la auténtica,